miércoles, junio 02, 2004


JUST IN CASE

La cabeza se asomaba apenas por detrás del mostrador. Por encima de la línea que trazaba un borde vidriado se dejaban ver los ojos azules que iban lentamente del fondo a la puerta, de derecha a izquierda para volver rápidos al punto de inicio. Permanecía en cuclillas, como a punto de dar el salto por sobre la pila que crecía desde Flaubert hasta Joyce con un modesto cartelito, “Clasicos” a sus pies. En la última estantería un cliente revisaba los libros de “Historia de Roma”. A lo mejor pensaba en Augusto. O en Tiberio.
El librero acechaba detrás del mueble, petrificado.
El visitante miró hacia la calle. Giró sobre sí y caminó los seis metros que lo separaban de la puerta de la librería. Durante los primeros metros del recorrido mantuvo la vista clavada sobre la media cabeza que no parecía decidida a emerger. Ya en la vereda, apuró el paso y pronto se perdió entre los peatones.
El librero se fue irguiendo en un movimiento sigiloso y mecánico. Su mano apoyó con cuidado sobre el cristal un desusado y reluciente bate de beisbol.
Me miró fijo a los ojos.
Lentamente, apoyé sobre la mesa el libro de Chesterton que tenía entre las manos y abandoné el negocio en absoluto silencio. F.J.V.