Epígrafe. Exterior, calle. Títulos.
"Cuando viene, viene y hay que tomarlo así."
Epígrafe.
Epígrafe.
(Hagamos de cuenta que se trata de una película. No es de Herzog; no, de Bergman.)
Fade In.
En los primeros minutos no pasa nada. Un tipo, por caso, yo, viaja en colectivo y baja en la parada programada, como siempre que vuelve de casa de D.
Nada especial. Es un dia de lluvia, hace frío. O no: “hace frío” como cuando uno lo siente porque la ropa de ayer no es la que más conviene hoy.
El tipo llega a su domicilio, pero, antes, se detiene unos minutos en la sucursal de la cadena de alquiler de video. pasa por la góndola en la que estan exhibidas, a la venta, películas pre-alquiladas. Mientras evoca lo último, mientras lo escribe en la notebook que tiene sobre su falda, ahora, sentado en el sillón, desde afuera, mientras se enfría el mate que deja abandonado tras el ímpetu al que referíamos antes (que hay que tomar cuando y como viene), escucha que desde la calle llega el canto deprimente, espantoso, de una pequeña procesión, Sus peregrinantes, supone, apenas conmovidos por un sacerdote al megáfono. Una mujer que lo acompaña, con la misma cadencia en la voz, la de la burocracia de la escasa piedad, reza el Avemaría. Seria conveniente poner, bien fuerte, algo de Nick Drake, por ejemplo. Nick Drake porque escuchó, el tipo, "Northern Star" por la mañana, cuando acababa la primera ronda de mate. Ahora, mientras escribe, piensa en las líneas que leyó en uno de los mails que recibió un poco antes. Siente algo de temor ante la obligación de responder a quien, generosamente, le contesta un mail que fue, a su vez, respuesta, también, a unos pocos interrogantes que quedaron pendientes de una conversación compartida a comienzos de mes, en la provincia mediterránea. Siente temor, ahora, porque la respuesta no es tan simple. Porque ahora no se trata solamente de que A. le pregunta algo sobre sus consideraciones acerca del austríaco W., sino de una multitud pequeña pero densa de europeos: alemanes, holandeses, franceses. Y cita también a filósofos y filólogos cordobeses o, en un caso particular, de un devenido cordobés procedente de donde se habla el euskera. Piensa en Bergman. No sería una película “como de Bergman”; tampoco de Antonioni, aunque se acerque peligrosamente a uno devaluado y ajeno. Faltaban italianos a la lista. G., desplazado ahora de sí para ser un tal “Molloy”, me envía el link de su nuevo blog. Las tareas por las que se le paga a ese que está escribiendo esto, lo convocan. Los metales del campanario son batidos ahora con una intensidad más bien próxima a la lujuria. Lujuria y paroxismo y fiebre y sublimación. El sacristán debe sentirse turbado, sospecha. Se suma el ulular de las sirenas, tal vez, de unos pocos devotos policias que nada tienen que ver con la fe del cura, ni con la de su orante ladera , ni con la del sacristán amañado (piensa, sospecha de nuevo). Minutos así. Y todo se calma.
(Algo, cualquier cosa que así comience, está destinada al fracaso.)
Títulos.