martes, mayo 04, 2004

CUANDO ERA CHIQUITO...

...quería escribir como Borges. Sí, es verdad ¿y qué? ¿a ustedes no les pasó?

En 1929, mientras reside en la ciudad de Arhus, F. Sans Vön Meriee termina de desarrollar una obra de perfiles mitológicos que será compilada y posteriormente conocida como Saga de Hagendal el relato se nutre de antiguas tradiciones épicas. El escritor muere en Malmö en 1932. Hagendal se publica en Dinamarca a fines de 1936. A comienzos del siguiente año la revista literaria Ingod Witras de Copenhague la elogia profusamente. En un comentario editorial puede leerse que el libro narra “la historia de un universo alucinado en donde dioses, hombres y demonios, enfrentan aquello que les fue dado en cuidado, en un juego devastador e inquietante...”. Existe una traducción castellana con comentarios y notas realizada por Julio E. Grossberg de la que reproducimos aquí un fragmento. Algunos filólogos creen ver en este texto en particular una transpolación de una historia pregermánica conocida como Arrada Festa.

La aniquilación de las esferas

Si por los siglos no lográbamos revestirnos del vacío primordial –como quien se cubre con el tenue velo de los sueños– nos dedicábamos a una exquisita depuración del cosmos. Las ordenaciones que los anteriores dioses habían dispuesto al orbe nos resultaban caprichosas, falaces y en la mayoría de los casos, absurdas. Así, Pendra hurgaba en los destinos de los hombres y los corrompía. Siempre me resultó radiante ver como algunos de esos seres generosos, por la acción del agua y la escoria, devenían ruines y grotescos. Kanas desplegaba su fuerza sobre el orden natural. Incitaba a los animales a devorarse entre sí y convertía a los tenues océanos en lava. En ocasiones hacía lo mismo con la sangre de ciertas aves, promoviendo un fugaz e incandescente espectáculo en los cielos. En nuestra eternidad -no puede comprenderse nuestra existencia de otro modo- nos justificábamos imponiendo un orden estético superior a ese mundo tan pobre y triste que nos fue legado. Casi inexorablemente, con el transcurso del innumerable tiempo algunos de nosotros decidía inmolarse en el Fuego. Conocí a más de miles de millones, que transcurriendo incontables eternidades, se convertían en un grito abrasador e incesante, aturdiéndose en el borde de la noche infinita. Otros, temblando en su locura, devoraban a sus parejas para que ellas luego los devoraran desde sus entrañas mismas.

[Fragmento de la Saga de Hagendal de Frido S. Vön Meerie Arhus, 1935 , traducción del original danés de Julio E. Grossberg, Tomo II; Nueva Tor Editora, Montevideo, 1949]


Sí, sí... fui yo... perdón... F.J.V.