ARQUEOLOGÍA DIGITAL
Texto con fecha 22.11.1999, rescatado del disco rígido:
Cleo [o casi todas las noches necesitan jazz (?)]
El mundo se había terminado hacía unas noches, después del eclipse.
Cleo estaba de vuelta en casa. Se sentaba a mirar por la ventana cómo caían las hojas de los árboles, el andar de las luces sobre la superficie de los adoquines, el choque de incontables autos, unos contra otros. “Hay temporadas para cada cosa”, decía y si bien el clima solía favorecer unas noches los accidentes, otras los suicidios, se podría decir que algunas estaciones eran más dadas a un tipo de acciones que a otras. “Hoy estamos en plena temporada de desnudos”, sentenció Cleo. Tenía una percepción especial –no puedo aventurar cómo lo hacía– para pronosticar con pocas horas de anticipación, los acontecimientos que se sucederían hacia el fin de la jornada. Algunos podrían sugerir que en determinadas circunstancias o mediante la cuidada observación y transpolación de ciertos hechos –como si de un demonio de Laplace se tratase, podría deducirse el comportamiento, por ejemplo, de los transeúntes. Pero no es así. Esa noche no se presentaba particularmente cálida y hasta podría afirmarse que una leve brisa favorecería otro tipo de conductas, prácticas tales como el aerobic o que bandadas de palomas tontas se estrellasen contra las ventanas de los departamentos. Inesperadamente, a la media hora, un hombre desnudo se asomaba a una de las bow-windows del moderno edificio que se dejaba ver frente a nuestro balcón. Veinte minutos después una chica de extraordinarias condiciones naturales, se mostraba graciosamente en cueros, a la puerta de una casa de estilo inglés a media cuadra sobre la calle lateral. Cleo me miraba y se sonreía con algo de malicia. Mi expresión de asombro le daba motivos.
Durante años siguió practicando su arte, cada vez con mayor precisión. Incluso durante la noche del alineamiento de planetas que acabó una vez más con ese mundo que, miserablemente, no se daba cuenta de nada.
F.J.V.
Texto con fecha 22.11.1999, rescatado del disco rígido:
Cleo [o casi todas las noches necesitan jazz (?)]
El mundo se había terminado hacía unas noches, después del eclipse.
Cleo estaba de vuelta en casa. Se sentaba a mirar por la ventana cómo caían las hojas de los árboles, el andar de las luces sobre la superficie de los adoquines, el choque de incontables autos, unos contra otros. “Hay temporadas para cada cosa”, decía y si bien el clima solía favorecer unas noches los accidentes, otras los suicidios, se podría decir que algunas estaciones eran más dadas a un tipo de acciones que a otras. “Hoy estamos en plena temporada de desnudos”, sentenció Cleo. Tenía una percepción especial –no puedo aventurar cómo lo hacía– para pronosticar con pocas horas de anticipación, los acontecimientos que se sucederían hacia el fin de la jornada. Algunos podrían sugerir que en determinadas circunstancias o mediante la cuidada observación y transpolación de ciertos hechos –como si de un demonio de Laplace se tratase, podría deducirse el comportamiento, por ejemplo, de los transeúntes. Pero no es así. Esa noche no se presentaba particularmente cálida y hasta podría afirmarse que una leve brisa favorecería otro tipo de conductas, prácticas tales como el aerobic o que bandadas de palomas tontas se estrellasen contra las ventanas de los departamentos. Inesperadamente, a la media hora, un hombre desnudo se asomaba a una de las bow-windows del moderno edificio que se dejaba ver frente a nuestro balcón. Veinte minutos después una chica de extraordinarias condiciones naturales, se mostraba graciosamente en cueros, a la puerta de una casa de estilo inglés a media cuadra sobre la calle lateral. Cleo me miraba y se sonreía con algo de malicia. Mi expresión de asombro le daba motivos.
Durante años siguió practicando su arte, cada vez con mayor precisión. Incluso durante la noche del alineamiento de planetas que acabó una vez más con ese mundo que, miserablemente, no se daba cuenta de nada.
F.J.V.
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<< volvé a ficcionalista!