VIETATO FUMARE
En ocasión de la prohibición de fumar en cualquier sitio impuesta por el séquito fascista de Berlusconi, dos contribuciones:
Primera: Coffee and Cigarettes - Jim Jarmusch (2004)
Segunda: la de este servidor, con un capítulo ad hoc de La Sociedad Darcave.
Primera: Coffee and Cigarettes - Jim Jarmusch (2004)
Segunda: la de este servidor, con un capítulo ad hoc de La Sociedad Darcave.
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ATLaS – 2030: La solución final
Si hubiera habido aire los cerrojos de posición variable del cañon láser ATLaS-2030 habrían resonado. A decenas de kilómetros de la superficie terrestre uno de los trece satélites de la ATF* orbita el planeta para guardar la salud de sus siete mil millones de habitantes. En realidad, de los cinco mil quinientos millones que no son chinos. Porque las leyes eran taxativas al respecto: el Tratado Internacional sobre Tábaco y Sustancias Alcaloides protegía la sanidad de los habitantes del planeta excepto la de los ciudadanos del monstruo maoísta que se negaba de modo sistemático a firmar el compromiso. Para peor Hu Li, líder del Comité del Partido Comunista Chino, había sido terminante: ”Ataquen a un solo chinito con sus aparatos perversos y nuestros mísiles –siempre dispuestos a tal fin, no lo duden– les hacen mierda los satélites antes de que puedan decir ni pío”. Claridad proverbial la del chino.
Decía, hubieran resonado los dispositivos del trabuco orbital pero no sonaron nada porque no hay aire en el vacío. Porque no recuerdo desde 2001, odisea en el espacio que alguien haya procurado atenerse al más mínimo realismo científico: en Star Wars las naves hacían ruido, las explosiones podían oírse, hasta se encendían llamaradas vaya uno saber con qué carburante. Hasta en Star Trek las cosas hacían ruido en el espacio. Poco serio.
Decía, por tercera vez, que no se escucharon los cerrojos del cañón cuando apuntó desde las alturas lejanísimas a una mujer que caminaba presa de la angustia, yendo y viniendo por la azotea de su departamento en Canberra. Eso después de haber encontrado a su esposo cogiendo, desaforado, con una alemana de pelo muy largo en la mismísima mesada de su cocina nueva y de haberle gritado que era el más miserable hijo de puta del que se tuviera memoria en toda la tierra. Subió entonces a esas alturas. “Qué mierda” dijo para sus adentros y sacó del bolsillo del saco un cigarrito todo estrujado de indudable manufactura artesanal, correntino para más datos. Pronunció en esos instantes sus últimas palabras: “Yanquis del orto se van todos a la mismísima concha de la lora” mientras encendía el fasito en un movimiento único que procedío desde el interior del citado bolsillo (derecho)**. Su mano encendiólo así y no terminóle de dar una pitada cuando la descarga de tres mil ochocientos gigawatts del supraterrenal láser ya la había vaporizado en precisos 0.36 segundos. Un halo carbónico de seis metros de diámetro persiste como memorial. En derredor, las velas y las flores que depositaron familiares y vecinos van acompañados de prolijas tarjetitas manuscritas de tonos pastel: "Bettie Geller, In Memoriam". Y la cara de la pobre Bettie que miraba desde una foto prolíjamente enmarcada con sus hermosos ojos azules y el cabello oscuro y la nariz divina y con la sonrisa leve y taciturna. Bettie Geller era realmente hermosa: de espléndidas proporciones en su metro setenta y siete de estatura, con sus piernas largas y bien torneadas. “Qué pechos esplendentes” cogitaba el vecino del departamento 53 con el encargado; “...y esa cinturita de avispa...” acotaba el último para la inquilina del 82, medianero al de la víctima. “Y... el faso te mata...” arriesgó profunda Jennifer Suskind mientras guardaba para sí el deseo no concretado, la imposible revolcada con la propietaria colindante que ya nunca iba a poder tener lugar. Una picardía que en vez de esa módica foto no hubiera un stand-up que respetara las reales proporciones de la occisa, pudieron haber coincidido todos bajo la noche oceánica.
Las tasas de vaporización eran mantenidas en estricta reserva para no provocar tumulto entre la población global. Un primo que trabaja en el INDEC me confió que solamente el año pasado fueron vaporizadas cerca de 140.000 personas alrededor del mundo. Los guarismos se distribuían en diversas proporciones entre las naciones fumadoras históricas, de manera más o menos previsible: la Argentina, la India, Francia, Brasil, Egipto o Cuba. Ahora, en lo que toca a Japón, la cosa se entiende poco. Los hijos del sol naciente deben fumar hasta por el orto, si no, no se explica: ochenta mil vaporizados sólo en los últimos doce meses. Los tipos son increíbles. Digo “tipos“ no por sexista sino porque estadísticamente el noventa por ciento de los japoneses chamuscados son del sexo masculino. Del diez por ciento restante, el dos, transexuales. Extraño.
Todos saben el flagelo que el cigarrillo significa para el mundo. Ya en el jardín de infantes la mayoría de los ciudadanos responsables recibe las primeras instrucciones al respecto. Llegan los señores de Massalin Particulares y de Nobleza Piccardo a explicarnos con hermosas láminas en colores sobre los riesgos del fumar. Además, las directivas Sign & Shout, indican que desde los tres años los niñitos deben ser adiestrados en el sutil arte de la delación. Es en la salita de tres cuando las maestras jardineras enseñan sobre la operatoria del caso. El niño debe, al cerciorarse de que un adulto está fumando, señalar con el dedito índice de la mano derecha (si es diestro, izquierda si no) y mientras describe con su bracito un ángulo de unos treinta grados respecto del suelo en la dirección adecuada, gritar con todas sus fuerzas y con la vocecita más aguda posible “¡fumante, fumante, fumante!”. Así, de modo reiterado, y tantas veces como sean necesarias para que se apersone en el sitio un bombero. Su objeto: disuadir a fuerza de manguera al delincuente de abandonar de inmediato la actividad ilícita. (En este orden de cosas: Jennifer Suskind, que era maestra jardinera, bien conocía los métodos pero, si hubiera dependido de ella, siento que habría hecho una excepción con Bettie.)
Las penas para los fumantes varían según las naciones y las circunstancias del caso. En nuestro país se siguen los lineamientos generales dictados por la Secretaría de Seguridad Nacional de los Estados Unidos para el área de las Américas. La oficina local de la ATF emite periódicamente circulares sobre los procedimientos y sus actualizaciones. Con atenuantes o variaciones, según el procedimiento estándar, las penas oscilan entre la internación en clínicas de rehabilitación y la vaporización por medio de las estaciones orbitales operativas para tal fin. Este sistema humanitario es articulado según la siguiente progresión: la primera vez, el infractor es internado; a la primera reincidencia, aniquilado vía láser.
En una oportunidad, a los cinco años, yo mismo denuncié al tío Armando. El boludo se puso a fumar en el porche de casa y no me quedó otra que instrumentar el procedimiento que me fue enseñado en primer grado (entonces yo estaba adelantado en el colegio). Grite “¡fumante, fumante, fumante!”, etcétera. Ahí nomás llegó el bombero de la cuadra con su hidrante portátil y, sólo después de haber empapado al tío, lo cagó a manguerazos sin mediar palabra. Me acuerdo como si fuera hoy de su uniforme verde y del escudito que portaba en la manga: Mens sana in corpore sano, decía. Tía Ernesta reconoció que su marido era bastante pelotudo y me reconfortó con un “qué le vas a hacer, che; tan grandote y tan tarado”. Después de tres años de internación en la clínica de rehabilitación de la Isla de los Estados volvió convencido de que su vida había experimentado un verdadero vuelco. “Ahí sí que tenés tiempo para pensar”, insistía. Pasó una década hasta que nos enteramos que los quince internos varones –tío incluido– se daban por culo de manera tenaz y persistente. Entonces tía Ernesta se fue con el jardinero, Narciso, a la sazón veinte años más joven.
En general el orden se mantiene en las ciudades y los pueblos. Las manifestaciones son controladas o reprimidas. Todos los 23 de noviembre, para liberar un poco de presión, se permite a los grupos libertarios de resistencia global organizar en las principales ciudades una marcha conmemorativa de Georges Lanatier, primer mártir del tabaco, un francés ejecutado en Florida por haberse negado a apagar su cigarrillo en un bar de Fort Lauderdale. Una pareja de jubilados de Boca Ratón denunció el hecho a las autoridades y fue detenido inmediatamente, según algunos testigos, sin que les fueran leídos sus derechos como en esa época garantizaba la Ley Miranda. Dos años después de un juicio histórico –Estado de Florida v. Lanatier– la Corte Suprema falló afirmando la culpabilidad de Georges. A pesar de las tratativas llevadas a cabo por la embajada de su país, las solicitudes ante los tribunales por parte de Amnesty International, Human Rights Now y los pedidos de clemencia del Papa de Roma, el ciudadano francés fue ajusticiado mediante horca. Su última voluntad le fue negada: fumarse un gauloise sin filtro.
Años antes, los activistas del tabaco habían llevado a cabo una serie de acciones destinadas a confundir a los satélites de la ATF y sus dispositivos de detección hiper-sofisticados. Lanzaban con tal fin decenas de miles de batracios fumadores de modo simultáneo a lo largo y ancho del planeta. Sólo lograron, en un par de oportunidades, la saturación y procedente caída del software del sistema. Algunos, como los miembros de las Nicotine Brigades, fueron detenidos gracias a tareas de inteligencia coordinadas ejecutadas por la ATF, la DEA, la CIA, la NSA, el FSB, la Mossad, la SIDE, MI 6, el FBI, Inteligencia Naval, Scotland Yard, Interpol y la Inteligencia Uruguaya. Para evitar que nuevos actos terroristas fueran instrumentados, los sistemas globales de detección de fumantes fueron optimizados. El primer Anti-Tabac Laser System (ATLaS – I o simplemente “Atlas”) fue sustituido por la versión 2030, de mayor alcance operativo y capacidad de rastreo dinámico inteligente. El proyecto contemplaba la instalación en los pacientes, durante el período de internación en los institutos de rehabilitación, de un dispositivo subcutáneo palatino de rastreo que es activado con la primer inhalación de humo nicotinado. Es cierto que existen probabilidades de error de lectura o riesgo de daños colaterales (± 2%) pero el sistema ha demostrado una versatilidad y confiabilidad nunca conocidas hasta el momento de su implementación.
Si la gente fumaba o no, es difícil saberlo a ciencia cierta. Yo conocí solamente a un par de personas de las que se decía que lo hacían en secreto. Un tipo realmente border que vivía en Haedo y un empresario de la actividad postal que, por mediar una inmensa fortuna, se cagaba en todo. Son suposiciones, rumores. Nunca tuve pruebas así que a nadie se le ocurra venir a cagarme a palos para que los delate porque sí soy patriota pero no voy a andar jodiendo gente porque sí. Hace pocos años, uno de los cuñados de Quique Fuentes, el mecánico que le hace el service a mi móvil, se fugó a Corrientes para vivir como ermitaño y prófugo cerca de las ya míticas plantaciones clandestinas que, se supone, abundan en la provincia. Al fugado nunca lo conocí personalmente, pero oí decir que tenía contactos con las Brigadas de Nicotina locales y con los activistas protabáquicos del chaco paraguayo. Quique intentó entrar en las zonas paramilitarizadas para conversar, para convencerlo de que su vieja estaba angustiadísima desde que se había escapado, pero no hubo caso; los paisanos lo echaron muy educadamente de la región sin recibirle ni siquiera una carta enviada por la pobre madre.
Lamentablemente, el orden que tanto esfuerzo costó instaurar atraviesa hoy la más aguda crisis de la historia. Todo por ese chinito de mierda al que se le ocurrió usar un teléfono satelital en medio de un grupo de turistas canadienses portadores de sendos microchips palatinos. No se sabe bien como ocurrió, pero se conoce que la señal del aparato, involuntariamente triangulado con los dispositivos de rastreo de los viajantes, emitió un falso eco en la frecuencia de activación mientras formaban parte de un tour que recorría la Gran Muralla. Fue así como Ouyang Shi, sobrino segundo de Yang Shangkun II, ministro de cultura del partido y hombre de enormes influencias en todas las órbitas del poder, fue vaporizado por cinco lásers concomitantes. 19.600 gigawatts combinados de salvaje poder destructor, un muerto vaporizado, quince canadienses corriendo en llamas: un espectáculo digno de figurar en los anales como nueva encarnación de las Fiestas del Dragón celebradas en el período de los Tres Reinos. La misión diplomática destinada a evitar la destrucción de los ocho satélites supervivientes a la ira de Hu Li, caballero de honor que no dilató el cumplimiento de su palabra, se reunirá esta noche en una locación no revelada próxima a Bruselas. Una verdadera macana.
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* Alcohol, Tabaco y Armas de Fuego: Agencia del Gobierno Federal de los Estados Unidos.
** Sé que muchos se interrogarán respecto de mi conocimiento de las últimas palabras de la australiana. Yo no estaba allí, pero es oficioso a la expresividad del relato que las conozca. Orson Welles se valió del mismo recurso en El ciudadano.
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Update: acá iría un "trackback" de esos que nadie sabe usar y por eso me limito a invitarlos a compartir apreciaciones en la culpa es mía, el blog de Paula.
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