OTRO MANIFIESTO ficcionalista!
Durante la última semana pasó a convertirse en un tema recurrente. Es posible que el disparador haya tenido que ver con la ley de reducción de la jornada laboral en Francia o algo así. Y -no puedo afirmar con certeza que haya sido la realidad o el producto de mi perturbada psique- comenzó a sonar una vez más esa voz irritante: que el problema es que la gente no quiere trabajar porque en este país y habráse visto dar un asueto en la administración pública por el carnaval y que a vos te parece pero vos te das cuenta la cantidad de millones que se pierden porque en definitiva vos viste que se paraliza la producción y esto es una joda y sabés adónde vamos a ir a parar y la puta que los parió, en medio de la mar y en coche, que se vayan todos a la mierda.
Y recordé ese texto que había leído una vez en Humanismo Socialista, uno de Bertrand Russell, sobre la gran mentira del trabajo en el sistema y cómo, ya por esa época, no era necesario para una sociedad trabajar más que cuatro horas diarias.
Y recordé algo de Dos utopías rioplatenses, un librito editado por Plus Ultra que anda por algún lugar de mi desmembrada biblioteca post-mudanza.
Y recordé a Neudstadt y su machacante diatriba berreta que promovía el "paro a la japonesa" frente a los lastimosos paros generales contra el remedo socialdemócrata alfonsinista.
Y quiero que quede constancia por este medio del hartazgo a que me tiene condenado la maldita hipocresía medio-burguesa, pro-esclavista, que quiere hacernos creer que el maldito trabajo, esa "extraña dictadura", ese fetiche decadente que produce la angustia y la desesperación de las multitudes sometidas, es la solución a vaya a saber uno qué mierda. Esa hipocresía de quienes durante horas hacen que trabajan mientras buscan, en forma también decadente, el modo de sacarle el cuerpo al asunto sin articular palabra frente a lo monstruoso de su situación.
Eso. Nada más.
Durante la última semana pasó a convertirse en un tema recurrente. Es posible que el disparador haya tenido que ver con la ley de reducción de la jornada laboral en Francia o algo así. Y -no puedo afirmar con certeza que haya sido la realidad o el producto de mi perturbada psique- comenzó a sonar una vez más esa voz irritante: que el problema es que la gente no quiere trabajar porque en este país y habráse visto dar un asueto en la administración pública por el carnaval y que a vos te parece pero vos te das cuenta la cantidad de millones que se pierden porque en definitiva vos viste que se paraliza la producción y esto es una joda y sabés adónde vamos a ir a parar y la puta que los parió, en medio de la mar y en coche, que se vayan todos a la mierda.
Y recordé ese texto que había leído una vez en Humanismo Socialista, uno de Bertrand Russell, sobre la gran mentira del trabajo en el sistema y cómo, ya por esa época, no era necesario para una sociedad trabajar más que cuatro horas diarias.
Y recordé algo de Dos utopías rioplatenses, un librito editado por Plus Ultra que anda por algún lugar de mi desmembrada biblioteca post-mudanza.
Y recordé a Neudstadt y su machacante diatriba berreta que promovía el "paro a la japonesa" frente a los lastimosos paros generales contra el remedo socialdemócrata alfonsinista.
Y quiero que quede constancia por este medio del hartazgo a que me tiene condenado la maldita hipocresía medio-burguesa, pro-esclavista, que quiere hacernos creer que el maldito trabajo, esa "extraña dictadura", ese fetiche decadente que produce la angustia y la desesperación de las multitudes sometidas, es la solución a vaya a saber uno qué mierda. Esa hipocresía de quienes durante horas hacen que trabajan mientras buscan, en forma también decadente, el modo de sacarle el cuerpo al asunto sin articular palabra frente a lo monstruoso de su situación.
Eso. Nada más.
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