martes, mayo 11, 2004


POSTALES .001

Flagrante mal gusto. No podía interpretarse de otra forma. Bastaba con mirar esa horrible campera que llevaba puesta, su ridícula por desubicada gorrita de béisbol, detenerse un par de segundos en esas zapatillas de color estridente que parecían salidas de una película de terror futurista involuntariamente kitsch. Pero un incuestionable dictamen estilístico parecería querer dispensarlo, aun cuando fuese imperdonable esa total carencia de decoro. Es como pretender que fuese lógico que uno gustase de esos impropiamente llamados minicomponentes que aparecen en las publicidades de los diarios, saturados de lucecitas o con esa espantosa simulación de tablero de auto deportivo decadente que se ve en los programas de televisión, los domingos pasado el mediodía. Estaba vestido así, esperando vaya a saber qué esperpento, en el hall del cine. Cuando su compañera llegó, ahí sí, entendí de golpe por qué era el fin de la civilización, el ocaso de occidente. Por qué todo ya se había ido a la misma mierda.