lunes, septiembre 20, 2004


shrinkin’
(microrelato raro)


No sé cuando comenzó. No importa. En poco tiempo no podré respirar porque el aire será muy denso para mis pulmones. Sé que empezaré a delirar por falta de oxígeno en el cerebro. Ya no importa demasiado: si no fuera por eso, la causa bien sería otra. Lo único cierto es que desapareceré pronto. Es indecible cómo, a este nivel, los fenómenos más vulgares parecen enajenados. Los procesos naturales comienzan a desajustarse y lo real se manifiesta en otros modos. Hay cuerpos que no caen o que flotan inmóviles. Algunos enrarecen sus partes; otros simplemente desaparecen. Por ahora puedo verlo; más tarde mis ojos no resistirán la visión de las cosas y deberé dejar de mirar. Espero que no llegue a ocurrir y que todo finalice antes. Hace unas horas que los sonidos cotidianos me son ajenos. Hay una especie de ruido de fondo contínuo y monótono que me resulta difícil de describir. Por momentos me pareció escuchar el Concierto Italiano de Bach –probablemente la versión de Friedrich Gulda– pero ahora creo que se trató más bien de alguna especie de reflejo o ilusión. Hace horas –no sé si lo fueron; mi percepción del tiempo también está extrañada– dejé la habitación, su piso de madera vieja. En una última astilla desprendida encontré un puente que me permitió alcanzar el umbral de mármol de la puerta. Ahora espero sobre un diminuto promontorio que tiende a convertirse en planicie, mientras una mota de polvo suspendida parece elevarse lentamente, mientras me aleja de su deseo de inmensidad, mientras la singularidad de cada cosa expresa una inhumana vocación de totalidad, mientras me acomodo en un poro absoluto del infinito mineral, mientras aguardo con desganada e involuntaria paciencia el advenimiento de no ser.
F.J.V.