jueves, febrero 23, 2006

MAÑANAS

Tengo un vicio confesable. Me gusta levantarme relativamente temprano, ir al bar y, mientras tomo un café con leche en el que ensopo tres medialunas de manteca, leer el/los diario/s. No puedo hacerlo todos los dias durante el año pero sí (casi) en vacaciones. Cuando no lo hago, me quedo en casa escuchando la radio –Mitre casi siempre– y tomando mate, a veces con facturas, a veces con tostadas, a veces con bizcochitos Don Satur.

Las mañanas de mi bar de Liniers se demoran en las ventanas, más o menos lentas, y pueden pasar horas en las que me indigno, me río, me sorprendo, me angustio, me intereso, me vuelvo a indignar pero en las que nunca me aburro. Tomo notas, sistemáticamente o no, en una libreta negra Norte, sin anillar, una que en algún momento se vió amenazada por una retromodernista anillada de tapas plateadas de la que supe dar parte, pero que no logró imponerse. Tomo notas con una lapicera de pluma con tinta negra Pelikan. Tomo notas sobre cosas que la mayoría de las veces olvido o no vuelvo a consultar porque siempre hay nuevos intereses, temas que la perentoria actualidad impone.

Sufrimos de una extraña especie de bulimia. En alguna oportunidad, estallé sobre el diván con un implacable “terminemos con esta farsa, por favor”. La operadora de mi psíquis se sorprendió por el tenor del imperativo. En esa ocasión, horas después de la oportuna sedimentación de lecturas sobre interminables cuestiones que iban de la biopolítica al último disco de Coldplay, atravesando tres suplementos culturales y tres diarios de por lo menos dos países, la patología estalló.

Hoy tocó mate con Don Satur. Al menos veinte libros se apilan sobre la mesa. Tengo que aplicar un plan de modestas migraciones sobre la superficie de madera gastada que me permitan acomodar el termo, el pack bizcochal, el mate propiamente dicho. Recorro la población hacinada sobre un extremo. Morin y el star-system, los exámenes de Habermas sobre las corrientes filosóficas modernas, la completa bibliografía traducida de Millhauser, el amor de los muchachos de Melo, el reino de las mujeres de Coler, la hermenéutica según Ferraris, el Atlas de Le Monde, Scalabrini que está solo y espera, y espera, y espera. Heidegger, Scruton, Berger y Luckmann. Deleuze y su cine por Marrati y por él mismo, Deleuze según Badiou, Sebreli, Oubiña, Savater por dos, la ética a través del tiempo, textos escolares varios.

Pienso en esa rara especie de bulimia literal. Y, de entre toda esa tinta, se destaca con singular poder la voz teutona. “En su ‘no demorarse’ se cura la avidez de novedades de la constante posibilidad de su ‘disipación’ (...) a la avidez de novedades no le importa ser llevada por la admiración a la incomprensión, sino que se cura de saber, pero simplemente para tener sabido.”

Y así transcurre la “farsa que no significa nada”: Shakespeare as an existencialist. Así, la “falta de paradero” a la que uno está librado a diario. Por libro o por diario.

Eso. Nada más.

3 comentario(s):

Blogger lou supone...

hay pequeños rituales que nos definen. me gustan los suyos.

eso, y le tengo ganas al reino de las mujeres, de coler. ¿qué tal?

23 febrero, 2006 21:16  
Blogger microcosmos supone...

cuidar los detalles es un placer. bah, al menos así lo entiendo.
(el último parrafito, la guinda de la torta).
saludos.

25 febrero, 2006 01:16  
Blogger efe supone...

Me encantaría poder responderte. Mi hermana me lo prestó hace una semana y sigue ahí, sobre la mesa. Lo poco que pude leer, por arriba, me gustó: prosa ágil, persona(je)s interesantes.
Si le sirve opinión por interpósita persona, "esperaba un poco más" -mi hermana dixit.
Pero, bueno, son gustos, no sé...

26 febrero, 2006 16:16  

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