viernes, abril 30, 2004

CUESTIONARIO CALVINO SEGÚN Max Aguirre

1. Libros que no has leído: Nexus, Sexus y Plexus de Miller, Sobre Héroes y tumbas de Sábato, Rayuela de Cortazar, Los siete locos de Arlt, Trilogía de NY de Auster
2. Libros que puedes prescindir de leer: todos los de Paulo Coelho, Sidney Sheldon, Jorge Bucay, y una interminable lista de best sellers...
3. Libros hechos para otros usos: Los del punto anterior, sirven para nivelar sillas y escritorios o en casos extremos para sacarnos de un apuro higiénico
4. Libros ya leídos sin necesidad siquiera de abrirlos pues pertenecen a la categoría de lo ya leído antes aún de haber sido escrito: Diccionario Enciclopédico Larousse
5. Libros que si tuvieras más vidas que vivir ciertamente los leerías también de buen grado, pero por desgracia los días que tienes que vivir son los que son: Los de Pérez Reverte
6. Libros que tienes la intención de leer aunque deberías leer otros: todos los de Fontanarrosa
7. Libros demasiado caros que podrías esperar a comprarlos cuando los revendan a mitad de precio: Los de historia del arte españoles, o los carnets de acuarelas sobre ciudades de Dupuy et Berberian, el Martín Fierro nuevo de Ediciones La Flor ilustrado por Fontanarrosa.
8. Libros que podrías pedir a alguien que te preste: mi ingreso tardío a la literatura fue a fuerza y por la fuerza del préstamo compulsivo, pero después extraño esos libros prestados que no los tengo conmigo y que se no iré a comprarlos nunca, así que mejor no pido prestado.
9. Libros que todos han leído con que es casi como si también los hubieras leído: Harry Potter
10. Libros que hace mucho tiempo tienes programado leer: remítase a la respuesta uno y agregue El Libro del Desasosiego
11. Libros que buscas desde hace años sin encontrarlos: No suelo buscar libros, más bien ellos me encuentran
12. Libros que se refieren a algo que te interesa en este momento: Conductores Suicidas de Alejo García Valdearena
13. Libros que quieres tener al alcance de la mano por si acaso: Cualquiera de Fontanarrosa, La invención de Morel de Bioy Casares, Sostiene Pereira de Tabucchi y Cuentos con plumas de Woody Allen
14. Libros que podrías apartar para leerlos a lo mejor el próximo verano: Si llega a estar uno sobre féminas que está pariendo un amigo
15. Libros que te faltan para colocarlos junto a otros libros de tu biblioteca: Muchos, se aceptan donaciones.
16. Libros que te inspiran una curiosidad repentina, frenética y no claramente justificable: La Ilíada y La Odisea, sospecho que puedo pegarme un embole XL pero siempre me da la sensación que tengo ganas de leerlos
17. Libros ya leídos hace tanto tiempo que sería hora de releerlos: La senda del perdedor de Bukowski, Cuentos crueles de Abelardo Castillo
18. Libros que has fingido siempre haber leído, mientras que ya sería hora de que te decidieses a leerlos de veras: Todos los caminos conducen a Borges.


Et Aguirre dixit:
Una bobera. Las mujeres suelen elegir a los hombres de la misma manera que eligen a los libros.

Las banales que solo buscan estética los eligen por el lomo, para que combinen y queden bien en el lugar que les prepararon en su casa.

Las reflexivas, las profundas se preocupan más por el interior, lo que dice, lo que busca contar y cómo eso las enriquece, las mejora.

También están las de pocos recursos que, como igual tienen ganas de leer, terminan agarrando algo en la mesa de saldos.

Yo nunca he sido un best seller, alguna vez fui el típico libro de poemas que las mujeres suelen citar cuando hablan, refugiarse en ellos cuando sienten melancolía, pero que rara vez se llevan a la cama para seguir leyéndolo, sin embargo, reconozco que la experiencia me permitió armar mi fama de libro de culto, ansío con el tiempo transformarme en un clásico, porque esos son los únicos que, aunque viejos, siguen deslumbrando y enamorando hasta a las lectoras más jóvenes.


Y usted, ficcionalista! ¿qué es?


N.de f!: Estimadísimo Aguirre: De alguna manera (in)justificada me siento (in)directamente complacido por algunas de sus elecciones líbricas (bíblicas supone connotaciones que no vienen al caso). Si lo de las ganas de releer Cuentos crueles es un reclamo, le cuento que lo tiene un sujeto que trabaja para una aerolínea del estado, sabrá ud. de quién se trata.

Y, por último, yo vendría a ser un libro de bolsillo, un pocket. Práctico, que pasa de mano en mano, hasta que, de una maldita vez e incomprensiblemente, terminará en manos de la persona que lo sepa valorar en su justa medida (la de un pocket, por supuesto). Ah, y una antología, uno de esos libros que traen un montón de voces, pero todas chiquititas...)

jueves, abril 29, 2004

Decir es un acto potente. Crea y destruye mundos.
Diana Bellesi

miércoles, abril 28, 2004

ARQUEOLOGÍA DIGITAL

Texto con fecha 22.11.1999, rescatado del disco rígido:

Cleo [o casi todas las noches necesitan jazz (?)]

El mundo se había terminado hacía unas noches, después del eclipse.

Cleo estaba de vuelta en casa. Se sentaba a mirar por la ventana cómo caían las hojas de los árboles, el andar de las luces sobre la superficie de los adoquines, el choque de incontables autos, unos contra otros. “Hay temporadas para cada cosa”, decía y si bien el clima solía favorecer unas noches los accidentes, otras los suicidios, se podría decir que algunas estaciones eran más dadas a un tipo de acciones que a otras. “Hoy estamos en plena temporada de desnudos”, sentenció Cleo. Tenía una percepción especial –no puedo aventurar cómo lo hacía– para pronosticar con pocas horas de anticipación, los acontecimientos que se sucederían hacia el fin de la jornada. Algunos podrían sugerir que en determinadas circunstancias o mediante la cuidada observación y transpolación de ciertos hechos –como si de un demonio de Laplace se tratase, podría deducirse el comportamiento, por ejemplo, de los transeúntes. Pero no es así. Esa noche no se presentaba particularmente cálida y hasta podría afirmarse que una leve brisa favorecería otro tipo de conductas, prácticas tales como el aerobic o que bandadas de palomas tontas se estrellasen contra las ventanas de los departamentos. Inesperadamente, a la media hora, un hombre desnudo se asomaba a una de las bow-windows del moderno edificio que se dejaba ver frente a nuestro balcón. Veinte minutos después una chica de extraordinarias condiciones naturales, se mostraba graciosamente en cueros, a la puerta de una casa de estilo inglés a media cuadra sobre la calle lateral. Cleo me miraba y se sonreía con algo de malicia. Mi expresión de asombro le daba motivos.

Durante años siguió practicando su arte, cada vez con mayor precisión. Incluso durante la noche del alineamiento de planetas que acabó una vez más con ese mundo que, miserablemente, no se daba cuenta de nada.
F.J.V.
“Cualquier hombre cabal puede escoger la forma y el lugar donde morir, pero nadie elige las cosas que recuerda.”
Capitán Diego Alatriste y Tenorio, Limpieza de sangre.

[Sugerido por Polman, a.k.a. Bo Mansoshi]

martes, abril 27, 2004

Del Tao: “El propósito de las palabras es transmitir ideas. Cuando las ideas se han comprendido, las palabras se olvidan ¿Dónde puedo encontrar un hombre que haya olvidado las palabras? Con ese me gustaría hablar.”

domingo, abril 25, 2004

ficcionalista! ESCUCHA

Air. Talkie Walkie

viernes, abril 23, 2004

CUESTIONARIO CALVINO SEGÚN ficcionalista!

1. Libros que no has leído: Moby Dick de H. Melville, Ulises de J. Joyce, La Divina Comedia de Dante, Los sorias de A. Laiseca...
2. Libros que puedes prescindir de leer: todos los de Paulo Coelho, Sidney Sheldon, Jorge Bucay, y una interminable lista de best sellers...
3. Libros hechos para otros usos: El código Da Vinci (no es para leer, es para mantener activo el negocio editorial ¿no?)
4. Libros ya leídos sin necesidad siquiera de abrirlos pues pertenecen a la categoría de lo ya leído antes aún de haber sido escrito: La Biblia.
5. Libros que si tuvieras más vidas que vivir ciertamente los leerías también de buen grado, pero por desgracia los días que tienes que vivir son los que son: algunos de Stephen King, algunos de Graham Greene, algunos de John Le Carre...
6. Libros que tienes la intención de leer aunque deberías leer otros: todos los de Thomas Pynchon.
7. Libros demasiado caros que podrías esperar a comprarlos cuando los revendan a mitad de precio: Filósofos de la nada, de James W. Heisig, Extraño extranjero (una biografía de Fernando Pessoa) y casi cualquier importado...
8. Libros que podrías pedir a alguien que te preste: todos los de Manuel Puig, todos los de Juan José Saer, ¿los de Pynchon?, algunos de Ricardo Piglia, algunos de César Aira, algunos...
9. Libros que todos han leído con que es casi como si también los hubieras leído: El Señor de los anillos, de J.R.R. Tolkien.
10. Libros que hace mucho tiempo tienes programado leer: Moby Dick, Ulises, La Divina Comedia, Los sorias, Santa Evita de Tomas Eloy Martínez, El perfume de P. Suskind...
11. Libros que buscas desde hace años sin encontrarlos: La esfera y la cruz de G.K. Chesterton
12. Libros que se refieren a algo que te interesa en este momento: Filósofos de la nada. Un ensayo sobre la escuela de Kioto, de J.W. Heisig.
13. Libros que quieres tener al alcance de la mano por si acaso: Libro del desasosiego de Bernardo Soares, Requiem de Antonio Tabucchi, Antología del cuento fantástico compilada por Borges, Bioy Casares y Ocampo.
14. Libros que podrías apartar para leerlos a lo mejor el próximo verano: Santa Evita.
15. Libros que te faltan para colocarlos junto a otros libros de tu biblioteca: Ulises, El ingenioso hidalgo Don Quijote de La Mancha de Cervantes...
16. Libros que te inspiran una curiosidad repentina, frenética y no claramente justificable: casi cualquiera sobre Japón y El ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha.
17. Libros ya leídos hace tanto tiempo que sería hora de releerlos: La insoportable levedad del ser y La inmortalidad de Milan Kundera, Requiem de A. Tabucchi...
18. Libros que has fingido siempre haber leído, mientras que ya sería hora de que te decidieses a leerlos de veras: El ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha.

Se leen propuestas...

martes, abril 20, 2004

Las consideraciones del caso poco tienen que ver con eso.

No fui a su casa simplemente porque no se me dio la gana. Era tarde. Llovía. Llovía mucho. En la radio alguien había programado “Living for the City” de Stevie Wonder y no estaba nada mal. Es que desde el sofá se veía el agua deslizándose sobre el vidrio de la ventana; las gotas dispersas que impactaban con un extraño swing, con la impersonal voluntad del azar, esa que tan bien iba con la música. “Las citas a tan altas horas, atrasan”, pensé. Y me sorprendí a mí mismo intentando descifrar que es lo que semejante reflexión podía significar si acaso una construcción como esa pudiera significar algo. Sospechaba, me parece, que tenía relación con la radio, con la música, con ese lejano fragmento de... ¿mil novecientos setenta y tres?... que caprichosamente se escapaba de los parlantes y que era más bien como la prehistoria de algo. No es que Wonder no me gustase –por un momento me puse a pensar si la canción estaba en Innervisions o en Talking Book, porque seguro era de alguno de esos discos–. Y además me gustaba más que “You Are the Sunshine of My Life” que siempre me había parecido un poco meliflua. Pensé entonces que “meliflua” no estaba entre mis palabras preferidas a la hora de describir alguna cosa, una cualquiera, por “meliflua” que fuese...

Y así pasó un rato, uno esperablemente largo como para que la dilación fuera tal que, ni taxi de por medio, pudiera llegar a horario. A partir de ahí, sólo era cuestión de hacer tiempo, aguardar que se acercara el momento –el oportuno– en que hubiese que levantarse para buscar el teléfono y, o inventar una buena excusa o, más simplemente, atreverse a decir la verdad un poco cruel de que no tenía ningún deseo de verla.

Pero las consideraciones del caso poco tienen que ver con eso. F.J.V.

lunes, abril 19, 2004

Como siempre en las relaciones de poder, se encuentra uno ante fenómenos complejos que no obedecen a la forma hegeliana de la dialéctica. El dominio, la conciencia de su cuerpo no han podido ser adquiridos más que por el efecto de la ocupación del cuerpo por el poder: la gimnasia, el ejercicio, el desarrollo muscular, la desnudez, la exaltación del cuerpo bello... todo está en la línea que conduce al deseo del propio cuerpo mediante un trabajo insistente, obstinado, meticuloso que el poder ha ejercido sobre el cuerpo de los niños, de los soldados, sobre el cuerpo sano. Pero desde el momento en que el poder ha producido este efecto, en la línea misma de sus conquistas, emerge inevitablemente la reivindicación del cuerpo contra el poder, la salud contra la economía, el placer contra las normas morales de la sexualidad, del matrimonio, del pudor. Y de golpe aquello que hacía al poder fuerte se convierte en aquello por lo que es atacado. [...] El poder se ha introducido en el cuerpo, se encuentra expuesto en el cuerpo mismo...

Michael Foucault, Microfísica del poder.

domingo, abril 18, 2004

DOS DE GÉNERO

Merlina:
http://merlinadas.blogspot.com

Ilsa:
http://iziur.blogspot.com
http://iziur.estigia.net

Porque nosotros también podemos estar en contacto con nuestro lado femenino (...decimos, mientras eructamos y nos limpiamos la boca con la manga de la camisa...)
MÁS FRAGMENTOS EMPÁTICOS

Pues todas las cosas están bautizadas en el manantial de la eternidad y más allá del bien y del mal; el bien y el mal mismos no son más que sombras intermedias y húmedas tribulaciones y nubes pasajeras.
Friedrich Nietzsche, "Antes de la salida del sol" en Así habló Zaratustra.

Sunrise doesn't last all morning
A cloudburst doesn't last all day
Seems my love is up and has left you with no warning
It's not always going to be this grey

All things must pass
All things must pass away...


George Harrison, "All Things Must Pass"

sábado, abril 17, 2004

HISTORIA DE HAK’R Y LOS MENDIGOS

Como estaba prescripto tuvo que lavarse los pies antes de salir de la casa de su hermano. Tres veces arrojó agua en el cántaro que estaba en el piso. Tres veces también los secó con la pieza de lino que colgaba del asa de una vasija de arcilla. Otras tres, besó a Harum, su hermano, para despedirse. La esposa de Harum lo observaba desde el rellano de una de las puertas de esa habitación: rodeaba con sus brazos a su hijo y a su hija, a Nahel con la izquierda, a Kanín con la derecha. La mujer bajó la vista -los ojos grises- y sus cabellos se escabulleron fuera del paño amarillo que le rodeaba la cabeza, para desocultar el azabache intenso, para reposar sobre los pechos fuertes. Todo bajo la luz de las lámparas de aceite.

Y Hak’r salió y caminó las calles de polvo finísimo entre las casas apiñadas aquí, retraídas allá. Calles reptantes, oscilantes, estrechas. Reconoció entre las sombras a una figura humana. Sufrió un mareo. Cayó porque sus rodillas que se doblaron bajo el peso del cuerpo, como sucede a los que beben mucho y desafían así la ley con sus actos.

Y mucho tiempo estuvo tirado en el suelo pero no tanto como para que lo encontrara despierto la llegada del día, lo que era falta grave. Al despertar, frente a él, la silueta del hombre que había visto antes de desplomarse -era la misma, tal vez- le sostenía la vista y no decía nada. Era un mendigo. Entonces Hak’r, al notarlo, bajó la vista y se llevó la mano a la frente y cerró los ojos para hacer una reverencia inclinando el cuerpo hacia delante, sentado todavía en el suelo. Sin pronunciar palabra se quedó quieto porque la ley prescribía que no se debía molestar a los mendigos o a los perros, porque era eso lo que estaba escrito. Pero el mendigo estaba como clavado en medio de la calle y no decía nada. Entonces Hak’r no podía levantar su mirada, ni marcharse, ni moverse. Y el mendigo apenas moviendo los labios puso algo en palabras que Hak’r no pudo comprender. Entonces el hombre que vestía harapos se retiró y lo dejó.

Y Hak’r llegó a su morada antes de que el sol se asomase y durmió dos horas o tres. Se levantó por la mañana para orar como lo ordena la ley y oró sin devoción ese día.

Y dos días más tarde Hakr, al girar sobre la esquina de una casa, encontró que siete mendigos lo esperaban. Entonces bajó la vista, y tapó sus ojos, y los cerró, y se inclinó hacia delante. Y los mendigos no le decían nada y no le pedían nada y no se iban. Y uno se le acercó y le puso en palabras algo que Hak’r no comprendía pero le resultaba familiar. Y los hombres que no tienen casas se retiraron de su presencia. Hak’r creía poco en el destino y por eso no fue a hablar con un sabio sobre lo ocurrido.

Y Hak’r esa noche quedó arrobado por la mirada de ojos grises de la mujer de su hermano y pensó en que quizá podía comprarsela.

Y por tercera vez, Hak’r se encontró con los mendigos, al mediodía. Y uno de los diez, lo tomó del borde se su fina prenda de lino matizada con el azulino de las regiones distantes y, mientras lo aferraba por delante, le gritaba las palabras extrañas al oído que él no podía entender. Él quería bajar la vista pero no podía hacerlo. El mendigo le escupía la cara cuando vociferaba y el olor del cuerpo le daba náuseas. Los hombres desposeídos lo rodeaban y levantaban sus manos.

Y Hak’r, preso del miedo, tomó al mendigo del cuello y comenzó a sacudirlo y lo arrojó al suelo mientras gritaba que lo dejara en paz. Entonces los mendigos bajaron sus brazos, todos juntos en un movimiento único, y el que había caído lo miró con pena a lo profundo de los ojos, en donde está el alma. Todos se dieron vuelta y se retiraron en silencio.

Y la gente del mercado vió todo y acusó a Hak’r de violar la ley con sus actos y lo llevaron ante el tribunal de sabios para ser juzgado. Hak’r fue desnudado y sus barbas le fueron cortadas al ras y también su pelo. Así fue encerrado en una celda y le fue dicho: “medita Hak’r, hijo de Tam’n y de Sahel, sobre tus faltas”. Diez años permaneció encerrado sin que nadie lo mirase ni le hablase. En su cabeza resonaban las palabras del mendigo, todavía sin sentido para él.
Y después de diez años Hak’r fue puesto en libertad. Su hermano y su familia, avergonzados, habían abandonado el pueblo y de lo que fue suyo una vez, su fortuna y su casa y sus animales, nada había quedado.

Y ya en libertad, Hak’r caminaba las calles por los días y también por las noches. Y en una de las noches, camino hacia ningún sitio, alcanzó a ver la figura de un hombre que caminaba lento. Que se quedaba quieto. Que se desplomaba sobre su peso como los hombres que beben mucho y con sus actos desafía la ley.

Y Hak’r se acercó y por horas, en mitad de la noche, quedó perplejo ante la expresión del rostro del hombre tirado en el suelo. Y fue entonces cuando comprendió todo, cuando entendió el sentido de las cosas simples y de las que traen dolores de cabeza, y podía ver el sentido de esas cosas como podía ver cada pelo de la barba del hombre en el suelo. Fue cuando el hombre despertó, cuando Hak’r pronunció con sus labios las palabras que lo explicaban todo. El hombre en el suelo bajó la vista y sus oídos eran como sordos a las verdades poderosas que Hak’r ponía en palabras porque no las comprendían.

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jueves, abril 15, 2004

[...]
3. En el incidente, no es la causa lo que me retiene y repercute en mí, es la estructura. Toda la estructura de la relación viene a mí como se tiende un mantel: sus resaltos, sus trampas, sus callejones sin salida (así, en la minúscula lente que adornaba el cortaplumas de nácar, podía yo ver París y la Torre Eiffel). No recrimino, no sospecho, no busco las causas; veo con pavor la extensión de la situación en la que estoy preso; no soy el hombre del resentimiento, sino el de la fatalidad.

(El incidente es para mí un signo, no un indicio: el elemento de un sistema, no la eflorescencia de una casualidad.)

4. A veces, histéricamente, mi propio cuerpo produce el incidente: una velada de la que anticipaba el goce, una declaración solemne de la que esperaba un efecto benéfico, las bloqueo con un cólico, con una gripe: todos los sustitutos posibles de la afonía histérica.

Roland Barthes, “Acontecimientos, reveses, contrariedades”, en Fragmentos de un discurso amoroso.

miércoles, abril 14, 2004

DOS VENTANAS

Porque sí.
Porque hay palabras que andan entre los dos.
Porque nos asustamos.
Porque nos animamos.
Porque compartimos.
Porque ella me propone una ventana.
Porque yo le señalo otra...


Ventana sobre un hombre de éxito
No puede mirar la luna sin calcular la distancia.
No puede mirar un árbol sin calcular la leña.
No puede mirar un cuadro sin calcular el precio.
No puede mirar un hombre sin calcular la ventaja.
No puede mirar una mujer sin calcular el riesgo.

Ventana sobre el cuerpo
La iglesia dice: El cuerpo es una culpa.
La ciencia dice: El cuerpo es una máquina.
La publicidad dice: El cuerpo es un negocio.
El cuerpo dice: Yo soy una fiesta.


Eduardo Galeano, Las palabras andantes
NINGYO
Capítulo dieciocho


“Si fuesemos cayendo de a poco no nos daríamos cuenta; pero no”, recordé las palabras de Damián. La brusquedad de la caída. Es como un violín, como violines, que le dan más dramatismo al asunto. Se siente así. Iba caminando por Timoteo Gordillo, desde Ventura Bosch a Rivadavia. Me quedé quieto de golpe. Como si las piernas hubiesen tenido una voluntad impropia. Así quedé. Miré fijo unos árboles, ya de ramas ralas, casi por completo deshojadas. Noté la variedad irregular de los ángulos con que se desprendían y señalaban al cielo unas, otras la acera. Recordé, no sé bien por qué, unas clases, ya hace mucho tiempo: el árbol era, creo, una figura del conocimiento humano. Una vez hubo una semilla, enterrada, oculta. La noche de los tiempos, que serían como millones de años atrás. Todo estaba encerrado ahí. Las raíces comenzaron entonces a hundirse, a buscar algo en el corazón mismo de la tierra: se sumergían en esa oscuridad de humus, se abrían hacia bajo para nutrir y aferrarse, buscando eso que hay desde antes del hombre. Y el tallo era lo que se lanzaba hacia arriba, hacia la superficie, hacia una especie de luz o de razón atmosférica para crecer, convertirse en tronco, impetuoso. Uno que después se despliega en azarosas ramas, débiles al principio, ramas que al final se cubren de hojas como la mente se llena de ideas. Me quedé quieto de golpe y se me ocurrió pensar en eso o, porque pensé en eso me quedé quieto como a la espera de que sonara un violín, que sonaran los violines, y que sus cuerdas le dieran algún sentido, por lo menos uno transitorio, a todo eso. Y no pasa de a poco como pasa que un día uno mira a todos lados y se pregunta cómo es que está parado ahí, cómo es que llegó a ese lugar en el que está hace ya mucho, todo ese tiempo en que no lo notó pero que es claro, que es obvio y no importa por qué. Y uno iría a otro sitio a ver lo obvio, no otra cosa. Y ahí que se pregunta cuándo mierda fue que todo se volvió tan evidente, cuándo pasó que se le cayeron las certezas por el camino.

Y no está mal, no me quejo, porque las certezas sirven bien poco y estorban mucho. Nadie en su sano juicio puede sentirse contento de andar cargando todo el tiempo con esa enorme bolsa de verdades, con ese cúmulo de infamias con que alguna gente bien anda por la vida sin enterarse de que, en realidad, es un lastre. El viento helado se siente en la cara. Sigo mirando las ramas desnudas que se recortan en el gris. Parecen como si se pudieran quebrar fácilmente, por finas y por secas. Pero están allá, muy arriba y lejos, fuera del alcance de mis manos y más lejos todavía de la imposible voluntad de acercarme a intentarlo, a pensar intentarlo, o siquiera a salirme de mi inmovilidad pétrea. Las piernas que eran como dos columnas griegas... sí, eso, de los griegos eran las clases que hablaban de otra cosa cuando hablaban de los árboles... Se va haciendo tarde. Tal vez ya sea demasiado tarde para cualquier cosa –pensaba otra vez– y estaba ahí pero, en serio, que no tenía dónde ir.

Tendría que tener, tendría que poder irme de acá, irme a otro sitio.

Sí, es tarde. F.J.V.

martes, abril 13, 2004

ficcionalista! ESCUCHA

Brad Mehldau. Elegiac Cycle

domingo, abril 11, 2004

"La libertad no es nada, si no es la libertad de vivir al borde de los límites donde toda comprensión se descompone."
Georges Bataille, en Las Lágrimas de Eros.
“No sé si usted tiene treinta o cuarenta años, no importa. Pero usted es un hombre hecho, es decir deshecho, como todos los hombres a su edad cuando no son extraordinarios.”
Juan Carlos Onetti, en “Bienvenido Bob”, Tan triste como ella (1963).

viernes, abril 09, 2004

"El hombre caza y lucha. La mujer intriga y sueña; es la madre de la fantasía, de los dioses. Posee la segunda visión, las alas que le permiten volar hacia el infinito del deseo y de la imaginación...
Los dioses son como los hombres: nacen y mueren sobre el pecho de una mujer..."
Jules Michelet, a modo de epígrafe en Aura, de Carlos Fuentes

jueves, abril 01, 2004

APRECIACIONES MARXISTAS (Parte 2)

Military intelligence is a contradiction in terms. Groucho Marx