TRES DE HOY
UNO. Hoy vi un rato de Sin código.
Me pareció entretenida, con actuaciones aceptables en los protagónicos, con guiños razonablemente inteligentes para una comedia de su tipo. Me pregunto: ¿qué espera la crítica, qué esperan los cabezones y sesudos de siempre, de un programa que va a las 21.00 por un canal que no tiene otras pretensiones que ganar guita y marcar puntos de rating?
Vi un rato de Sin código y me hizo reír un par de veces.
¿Está muy mal?
DOS. Estuve por la tarde ejerciendo de flâneur. Día espléndido como el de ayer en que me había quedado encerrado. Así que, para evitar repetir la experiencia, opté por salir temprano y ver qué pasaba. Terminé –como casi siempre– en Parque Rivadavia, mitad entre libros, mitad entre ombúes y araucarias, disfrutando del sol y de la sombra arbórea intermitentemente. Del rato que estuve recorriendo los puestos me quedé con una sensación algo desagradable, una que tiene que ver con lo que comentábamos hace algunos días en relación con los tiempos que dedicamos a la lectura. No puedo comprar más libros. No tanto por cuestiones de economía como de tiempo. Cada vez que me acercaba a un título –"¡uh, El hombre en el castillo de P. K. Dick! – inmediatamente recordaba la pila esperándome a un costado del monitor (Las ideas políticas en Argentina, Tiempo pasado, El hombre que está solo y espera, Ensayos argentinos... y siguen las firmas). Es imposible ponerse al día. Es imposible pensar en dejar de llevarme libros a casa. Y toda esa cosa que me viene –¿culpa?– y todas esas dudas sobre si los libros son la excusa para dar rienda suelta a una conducta compulsiva y el cuestionamiento sobre si ese atado de hojas no termina envileciéndose en su transformación en mera mercancía y esas vueltas que me hacen sospechar que con toda esa cabeza no hago más que sacralizar un quantum discreto de papel...
O es que el sol me pegó fuerte, no sé.
TRES. Y hasta Charly puso cara de ¡gulp! cuando Sabina contaba, con la esposa de Menem en el mismo estudio, que su viaje a Chile para presentarse en el programa de la susodicha era obra de una tarada. Y la Bolocco haciendo notar a Sabina que era ella la que había contratado a la tarada en cuestión. Y Sabina argumentando que no era ella la tarada. No, Joaquín: ya sabemos. Ella es una viva bárbara. Aunque ser tan viva como ella tenga un costo más bien alto.
Eso. Nada más.
Me pareció entretenida, con actuaciones aceptables en los protagónicos, con guiños razonablemente inteligentes para una comedia de su tipo. Me pregunto: ¿qué espera la crítica, qué esperan los cabezones y sesudos de siempre, de un programa que va a las 21.00 por un canal que no tiene otras pretensiones que ganar guita y marcar puntos de rating?
Vi un rato de Sin código y me hizo reír un par de veces.
¿Está muy mal?
DOS. Estuve por la tarde ejerciendo de flâneur. Día espléndido como el de ayer en que me había quedado encerrado. Así que, para evitar repetir la experiencia, opté por salir temprano y ver qué pasaba. Terminé –como casi siempre– en Parque Rivadavia, mitad entre libros, mitad entre ombúes y araucarias, disfrutando del sol y de la sombra arbórea intermitentemente. Del rato que estuve recorriendo los puestos me quedé con una sensación algo desagradable, una que tiene que ver con lo que comentábamos hace algunos días en relación con los tiempos que dedicamos a la lectura. No puedo comprar más libros. No tanto por cuestiones de economía como de tiempo. Cada vez que me acercaba a un título –"¡uh, El hombre en el castillo de P. K. Dick! – inmediatamente recordaba la pila esperándome a un costado del monitor (Las ideas políticas en Argentina, Tiempo pasado, El hombre que está solo y espera, Ensayos argentinos... y siguen las firmas). Es imposible ponerse al día. Es imposible pensar en dejar de llevarme libros a casa. Y toda esa cosa que me viene –¿culpa?– y todas esas dudas sobre si los libros son la excusa para dar rienda suelta a una conducta compulsiva y el cuestionamiento sobre si ese atado de hojas no termina envileciéndose en su transformación en mera mercancía y esas vueltas que me hacen sospechar que con toda esa cabeza no hago más que sacralizar un quantum discreto de papel...
O es que el sol me pegó fuerte, no sé.
TRES. Y hasta Charly puso cara de ¡gulp! cuando Sabina contaba, con la esposa de Menem en el mismo estudio, que su viaje a Chile para presentarse en el programa de la susodicha era obra de una tarada. Y la Bolocco haciendo notar a Sabina que era ella la que había contratado a la tarada en cuestión. Y Sabina argumentando que no era ella la tarada. No, Joaquín: ya sabemos. Ella es una viva bárbara. Aunque ser tan viva como ella tenga un costo más bien alto.
Eso. Nada más.
8 comentario(s):
el rating del primer progama de la bolocco fue una cosa espantosa, el canal estaba que se las cortaba (no sé si ellos, o a ella)....
me alegro, a ver si este tipo de muecas angustiantes los hace atinar del poder mal gastado del que hacen uso y empezamos de una vez por todas a ver televisión de verdad por acá.
mucho ojo con el sol, octubre 9am tiene más rayos uv que enero 1pm hace 5 años.
No está muy mal, como usted dice, que haya visto Sin Código.
Lo que no le perdono es la falta de honestidad: déjese de joder don f! con eso de "actuaciones aceptables en los protagónicos, con guiños razonablemente inteligentes para una comedia de su tipo" blah, blah, blah...
Nos conocemos bastante, mire.
Usted puso el trece para ver a Nancy Duplaá, Marcela Kloosterboer y la rubia de Bandana.
o ya nos olvidamos del post del 5 de junio de este año?
Será lo que dice Sábato, eso de que el mercado librero está en decadencia, vale desconfiar de tipos que escriben más rápido de lo que uno lee.
Sin Código, me he reído, pero las actuaciones a veces son excesivas.
Sabina... como mínimo tendría que decir eso, tan rojo que se dice, tan de izquierda y va a ir de Bolocco... ¿Tendrá una piedra del muro de Berlín en su despacho?
Será lo que dice Sábato, eso de que el mercado librero está en decadencia, vale desconfiar de tipos que escriben más rápido de lo que uno lee.
Sin Código, me he reído, pero las actuaciones a veces son excesivas.
Sabina... como mínimo tendría que decir eso, tan rojo que se dice, tan de izquierda y va a ir de Bolocco... ¿Tendrá una piedra del muro de Berlín en su despacho?
Lo dije y lo repetí, para tener una segunda lectura sobre mis dichos. Perdón Don Blogger, saque uno.
Yo veo Sin Codigo todos los días y cuando no puedo lo grabo. Sí, y me divierte muchisimo y las chicas ni hablar. Lo recomiendo.
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<< volvé a ficcionalista!