Poseído por quién sabe qué espíritu incordio y dado a la nomenclatura,
ficcionalista! ofrece al asiduo visitante de librerías un análisis de los
modi operandi más usuales en el arte de la compra libresca. El mismo no pretende ser exhaustivo, pero sí introducir al lector en el conocimiento de las patologías que padece este humilde servidor –y tal vez usted, por qué no– a la hora de agenciarse de material de lectura. Con ustedes, las variantes:
Interés específico
Probablemente la motivación más habitual para el público en general. Leyó en una revista, diario, sitio de Internet. Tal vez le recomendaron un título. El comprador entre a la librería en busca de un título determinado. La visita puede terminar en la compra (o no) de la obra en cuestión. La búsqueda entre las mesas y estantes puede motivar también a la adquisición de algún otro título.
Temática circunstancial
El comprador se aboca a la búsqueda de obras sobre una cuestión, arte, ciencia, área o disciplina determinada con antelación, por gustos o necesidades específicas. Esta variante puede dar lugar a notables descubrimientos bibliográficos.
Compra compulsivaEl sujeto ingresa a la librería con la finalidad de comprar uno o más libros. No sabe cuál(es) pero el dinero o el plástico parece quemarlo a la altura del bolsillo portante. Hay que salir del local con algo en una bolsa, sí o sí.
Tiempo límiteAntes de adentrarse en la librería, el lector se fijará un tiempo máximo de permanencia en el predio librero. Concluido ese período, haya comprado o no, deberá abandonar las instalaciones. La variante más cruda supone que, aun cuando ya se encuentre haciendo la cola o esté esperando la acreditación del pago electrónico correspondiente y el tiempo se agote, la compra debe ser cancelada o anulada finalizando la incursión de modo traumático.
Caza de libros rarosPara ser llevada a cabo especialmente en librerías de viejo, compra-venta de usados y ferias variopintas. La finalidad es alzarse con los títulos más raros y sorprender así a propios y extraños. Éxito asegurado si la finalidad es enrostrarle la compra a algún desagradable bibliófilo/fetichista conocido.
Caza de ofertasObvia, no necesita explicación alguna. Requiere de un conocimiento de la plaza bibliográfica epocal para no ser timado por avivados y/u oportunistas que venden sobrevaludo lo que se encuentra en las mesas de saldo de Av. Corrientes o Av. de Mayo a valores irrisorios. Si se combina con la variante “libros raros”, el regocijo crece exponencialmente.
Cantidad prefijadaVariante para los que cuentan con una estimable liquidez monetaria. No se llevarán más de "x" libros en cada oportunidad. Poco habitual, el último caso en Buenos Aires del que tengo conocimiento ocurrió el 23 de junio de 1993.
Cota alfabéticaLa adquisición estará sujeta, por ejemplo, a la inicial del apellido del autor: Denevi, Durkheim, du Maurier, Di Giorgio, d’Annunzio, Descartes, Dios (autor de
La Biblia), Dickens, Di Benedetto, etcétera…
Robo o hurto
De larga tradición. Gente como David Viñas se ha hecho así de una biblioteca respetable. El grado de violencia implícita queda a consideración del autor.
Precio límiteSe fija un límite de gasto a realizar. Los aventurados lo fijaran teniendo en cuenta los centavos –sin redondear–, los más radicales aceptarán no llevar un libro que exceda el monto prefijado aun decimalmente.
DesbordeEn realidad esta técnica es utilizada con el objetivo de NO comprar libro alguno. El fenómeno se funda sobre el proceso de saturación por sobreexposición líbrica. La técnica consiste en pasar una exagerada cantidad de tiempo en la librería –a veces horas enteras– hasta que la mente se obnubila y ya no puede decidir sobre qué libro(s) comprar entre cientos o miles que tuvo entre sus manos. Ideal para cuando se anda corto de divisas. En el caso de quien escribe, técnica de probados resultados.
Incursión violentaPara llevar a cabo en predios particularmente grandes y de fácil circulación. Requiere de experiencia y cierto grado – alto– de pericia. Consiste en entrar raudamente al local y, sin detenerse en ningún momento, hacer un rapidísimo reconocimiento visual de la totalidad de la mercadería, los estantes y mesas de exposición. Después de un número de vueltas no mayor de 3 (tres), se manotea un libro y se mira el índice. La operatoria puede repetirse también 3 (tres) veces. Sin solución de continuidad se elige uno de los títulos. Ése se va a casa con uno.
La opción más extrema de esta variante consistirá en manotear el primer libro que interese y comprarlo. Se pueden llevar registros sobre cuáles son los títulos adquiridos en menor tiempo. Son estimables y dignas de consideración las marcas situadas por debajo del minuto.
Las posibilidades y combinatorias son ilimitadas.
Se atiende, como de costumbre, a nuevas e ingeniosas propuestas.
Eso. Nada más.